Las tres rejas.

Un joven discípulo de un filósofo sabio llega a casa de éste y le dice:

-Escucha, maestro. Un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia....-
-¡Espera!- lo interrumpe el filósofo -¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?-
-¿Las tres rejas?-
-Si. La primera es la verdad. ¿Estas seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?-
-No. Lo oí comentar a unos vecinos.-
-Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad, eso que deseas decirme ¿es bueno para alguien?-
-No, al contrario...-
-¡Ah, vaya! La última reja es la necesidad. Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
-A decir verdad, no.-
-Entonces- dijo el sabio sonriendo -si no es verdadero, no es bueno, ni necesario, sepultemoslo en el olvido.

Despejando la niebla 3.

Pasé sin problemas a 2º ESO, y aquí fue donde empecé a plantearme cosas como... mi ideal de chica.

Debería ser inteligente, que le gustase el arte, viajar, que 

fuera agradable estar en su presencia y guapa, ¿por qué no?. Lo cómico es, que la encontré.

Era de mi clase y de verdad merecía la pena, pero faltaba algo... ¿Que era? 

El chico que en primero se pasaba a mi clase también había coincidido conmigo este curso. Era indiscutiblemente heterosexual, de hecho iba tras mi ideal de chica. Un poquito capullo si que era, pero en general era un buen tío te lo pasabas bien con él. Lo que yo no sabia era que me gustaba, de hecho, en un viaje del instituto, tuvimos que hacer grupos de cuatro para ducharnos. Yo me metí en su grupo y pase de mis verdaderos amigos, y por evidente que pueda parecer, ni yo mismo pude percatarme de lo que estaba pasando dentro de mi.

Este chico se fue el mismo año, y aunque me hubiera gustado que no se hubiese ido, tampoco es que me quedara destrozado. Al fin y al cabo lo peor estaba a punto de empezar.

Me fijé en otro chico que de vez en cuando me cruzaba por los pasillos, no lo conocía de nada, pero será el tema en el siguiente capítulo.